De la realidad y otros monstruos.


Hoy me acabo de dar cuenta de una situación que pasó ayer con mi hija, que debía pasar en algún momento, pero no creí que fuese a tan temprana edad, y me ha nacido la necesidad imperiosa de escribirlo, de comentarlo, de hacerlo saber, de reflexionar, que reflexionen y me comenten; lo que estoy a punto de escribir, aunque haya sucedido en lo íntimo de mi habitación, es para todas, y todos.

Primeramente, haré una breve identificación, luego una contextualización, narraré lo ocurrido y terminaré con reflexiones del mismo (o quizás las reflexiones vayan insertadas entre la narración, no lo sé, sólo me dedicaré a escribir más que ver formato del mismo.

Mi hija, 5 años vive conmigo, mis padres y mi hermano menor (tiene 1 año menos que ella), una niña alegre, que le gusta ponerse vestidos tanto como pantalones y zapatillas, una niña que le gusta arreglarse para salir tanto como andar llena de tierra y barro, una chica que le gusta tanto hacer pulseras y cintillos como observar los insectos y cuidar la naturaleza, una niña a la que su sexo y su género no la encierran en estereotipos sociales demarcados… una niña a la cual el amor, es simplemente eso, amar, sin barreras ni condiciones.



La situaciones a contar ocurre en mi habitación, luego de un berrinche ocurrido en la mesa por la utilización de una palabra que la marca de manera negativa (por lo que me disculpe después y le expliqué el por qué lo había hecho, todo dentro de todavía la ignorancia y costumbres por las cuales me han educado socialmente), ambas sentadas en mi cama, conversando lo ocurrido, y la negativa de la decisión con la que ella quería afrontar la situación.

Narración:

Estábamos viendo la comedia de las 8:00 pm (Chile), mientras cenábamos junto a mis padres, y mi hermano estaba deambulando por el patio sintiéndose a sus anchas en su período de exploración. En una escena de la comedia, se da a entender que atropellan a un niño un poco más grande que ella, a lo que comentó “quiero ver cuando está muerto”, a lo que yo, sin saber cómo actuar en ese instante la tacho verbalmente comentando “¡que eres mala!”, ella, al escuchar estas palabras tan feas con las que la califico que sale llorando mientras corre hacia el patio. Se da la vuelta, entra por la otra puerta que da hacia otra parte del patio, entra y me dice al oído “me voy de casa, hoy mismo”, le digo que es una situación que se tiene que hablar, la invito a la pieza a conversar (ella colocando las represiones correspondientes a esta situación).

Llegamos a la pieza, insiste con que hoy se irá, le pregunto que dónde se irá, me comenta que se irá a Rancagua a la casa del papá tomando un colectivo, yo le pregunto con qué dinero piensa pagar el transporte y ella dice que lo pedirá como un favor. Yo, viendo que tiene todo relativamente sopesado y planeado, le doy a conocer la cruda realidad que viven las mujeres por el simple hecho de haber nacido con este sexo biológico en la vía pública, situaciones por las que muy pocas han conseguido no sufrir.

Yo: “hija, ahí fuera hay personas malas, hay hombres que te pueden hacer daño (y otros que no por supuesto)”

Hija: “pero mamá, yo se me defender, le puedo pegar”.

Yo: “hija, lamentablemente, no tienes la fuerza suficiente para zafarte de los brazos de un hombre adulto, ni siquiera yo puedo hacerlo, menos tú”

Hija: “entonces le diré al tata (hablando de mi papá), que me defienda”

Yo: “pero si te quieres ir de la casa, te irás sola, nadie te acompañará, nadie podrá defenderte y cuidarte, siendo yo daría la vida por ti, ni siquiera estaría ahí”

Y con esta frase final, es con la cual mi hija desistió a marcharse, dándose cuenta de lo oscuro y tormentoso que puede ser estar ahí afuera, sola; pero claramente antes de este episodio de maldad, de crueldad, de ser nosotras quienes debemos tener cuidado porque no se educa a no hacer daño a los demás, le enseñé lo lindo que es afuera, que yo me preocupo de que este con gente que la cuidará y querrá, y que existen hombres que darían su vida por ella, como su papá, sus abuelos y sus tíos.

Lo que me reconforta de esta situación tan amarga y tan dolorosa de reflexionar, es que yo le dije las cosas que pueden pasar (a grandes rasgos por supuesto), y no se topará con esto de sopetón un día en la calle; y en cuanto a los bueno y lo malo del exterior, hay muchas cosas que aún le debo comentar, que claramente, como este día, se dará el momento oportuno para hablarlo con ella.

Comentarios